martes, 22 de diciembre de 2015

Científicos resuelven el misterio de los estallidos arremolinados de las auroras polares.

 
Las auroras están presentes normalmente de forma débil en las noches de las regiones polares, pero en ocasiones estallan en brillantes y serpenteantes chispas de luz.
 
El fenómeno de los arremolinados estallidos de luz de las auroras polares ha perdurado como uno de los enigmas más bellos y atractivos de la Tierra. Ahora, un equipo de científicos de las universidades japonesas de Kioto y Kyushu ha pulicado un estudio que revela la causa de estas repentinas sobrecargas eléctricas, informa el portal Wired. Hasta la fecha únicamente se conocía que son el resultado de las interacciones entre el plasma del Sol y el campo magnético de la Tierra.
El equipo, sirviéndose de un programa de simulación por ordenador, sostiene que los vientos solares —un plasma de partículas calientes cargadas provenientes del Sol— se reúnen en un espacio cercano a la Tierra (concretamente por encima de la atmosfera superior de la región polar) cuando las líneas del campo magnético se 'reconectan' en el espacio (la 'reconexión' es un proceso en el cual la energía magnética se convierte en cinética, térmica o en aceleración de partículas).
Así, los científicos han descubierto que esto hace que el plasma de la magnetosfera de la Tierra rote, creando una corriente eléctrica repentina por encima de las regiones polares. Por otra parte, una corriente eléctrica fluye cerca de las auroras brillantes en la atmósfera superior, lo que causa que el plasma de baja altura gire en dirección contraria a las agujas del reloj (en el hemisferio norte) y descargue electricidad. Esto se traduce en una sobrecarga de la aurora que da lugar a las chispas brillantes de luz que caracterizan las subtormentas magnéticas.
"Las teorías anteriores trataron de explicar los mecanismos individuales como la reconexión de las líneas del campo magnético y la desviación de las corrientes eléctricas, pero había contradicciones al tratar de explicar los fenómenos en su totalidad", apunta Yusuke Ebihara, de la Universidad de Kioto. "Lo que necesitábamos todo el tiempo era a mirar el cuadro con más distancia", sentencia.

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